Había una vez dos hermanitos, Marcos y Elena, que asistían al mismo colegio. Un día, su profesora les dio una tarea muy especial: sembrar una semilla de tomate y cuidarla hasta que diera fruto.
Marcos, siendo el hermano mayor, se tomó esta tarea muy en serio. Escogió el lugar perfecto en el jardín, donde la plantita pudiera recibir mucho sol. Con manos cuidadosas, sembró la semilla y la cubrió con tierra suavemente. Todos los días, sin falta, regaba la plantita y le hablaba con cariño, animándola a crecer fuerte y sana.