El lobo y el cordero
Érase una vez, en un bosque muy, muy lejano, había un lobo y un cordero. El lobo era un animal grande y mezquino al que le encantaba cazar y comerse a otros animales. El cordero era una criatura pequeña y mansa a la que le encantaba comer hierba y beber agua fresca.
Un día, el lobo se encontró con el cordero bebiendo de un arroyo. El lobo tenía mucha hambre, así que pensó que haría del cordero su próxima comida.
"Oye cordero, ¿por qué estás bebiendo de este arroyo?" preguntó el lobo con voz ronca.
"Solo tengo sed, señor", respondió el cordero cortésmente.
"Bueno, no deberías beber de este arroyo. Me pertenece a mí y a mi familia", mintió el lobo.
"Lo siento, señor, no sabía", dijo el cordero en tono de disculpa.
"Deberías saberlo mejor, cordero. Ahora debes pagar el precio", gruñó el lobo, preparándose para abalanzarse sobre el cordero.
Pero justo cuando el lobo estaba a punto de atacar, un zorro viejo y sabio se acercó y vio lo que estaba sucediendo. El zorro intervino rápidamente y le habló al lobo.
"Lobo, no puedes atacar al cordero solo porque quieres. Eso no es justo", dijo el zorro.
"Pero el cordero estaba bebiendo de mi arroyo", protestó el lobo.
"Pero el arroyo pertenece al bosque, no solo a ti y a tu familia. El cordero tiene tanto derecho a beber de él como tú", explicó el zorro.
El lobo se dio cuenta de que el zorro tenía razón y se avergonzó de sus acciones. Se disculpó con el cordero y prometió nunca volver a ser malo con nadie.