Había una vez un ladrón de jarras llamado Bob que era conocido por robar jarras a sus vecinos. Un día, decidió robar una jarra del mercado agrícola local. Mientras se escabullía, tratando de agarrar una jarra sin ser visto, tropezó y cayó de bruces sobre un montón de estiércol.
El granjero dueño del estiércol estaba cerca y escuchó la conmoción. Se acercó para ver qué estaba pasando y encontró a Bob cubierto de estiércol, con una jarra en la mano.
El granjero gritó: "¡Oye, esa es mi jarra! ¡¿Y qué estás haciendo en mi estiércol?!"
Bob, avergonzado y cubierto de estiércol, respondió tímidamente: "Uh, solo estaba tratando de robarle la jarra, señor".
El granjero solo lo miró fijamente por un momento antes de estallar en carcajadas. "Bueno, al menos tienes buen gusto para las jarras", dijo, todavía riéndose. "¡Pero la próxima vez, solo pídelo y te daré una gratis!"
Bob se escapó rápidamente, jurando no volver a robar jarras nunca más.