Había una vez un pequeño osito llamado Bruno que vivía en un tranquilo bosque lleno de árboles altos y flores coloridas. Cada noche, antes de dormir, Bruno se acurrucaba en su cueva con su manta favorita y escuchaba el suave murmullo del viento entre las hojas. Un día, mientras exploraba el bosque, encontró una luciérnaga perdida y decidió llevarla a casa. Esa noche, cuando se fue a dormir, la luciérnaga brilló suavemente junto a él, llenando la cueva de una luz dorada y cálida. Bruno cerró los ojos y soñó con aventuras increíbles en el bosque, sabiendo que la luciérnaga cuidaba de él.